VIDA

Todavía estaba aturdida, no sabía muy bien lo que le había pasado, pero le dolía la cabeza. Lo último que recordaba era ese coche rojo embistiéndola con todas sus fuerzas, justo delante de la farmacia de Don Matías.
Mientras iba despertando, reparó en que no podía respirar bien, al querer sacarse esa especie de tapón de la nariz notó que tenía los brazos sujetos al cuerpo con una tela, qué extraño! debía ser algún vendaje, le punzaban considerablemente el pecho y la espalda.
A oscuras, empezó a moverse, aflojando esa rara envestidura que alguien le había colocado. Se sentía enferma, le dolía todo el cuerpo, pero poco a poco consiguió sacar un brazo, estaba agotada. Al doblar el codo, quedó perpleja, su cama estaba junto a la pared, no se situaba, debía estar en la habitación de algún hospital, porque ese no era su lecho, entonces, al levantar la mano para quitarse aquello de la nariz, su corazón empezó a latir con fuerza, estaba horrorizada de lo que creía que estaba descubriendo, ¡estaba metida en una caja! Liberando el otro brazo, empezó a palpar lentamente a su alrededor, ¿pero qué pasaba? ¿dónde se encontraba? Se hurgó en la nariz para poder respirar, con cierta dificultad, de los orificios nasales, se sacó una especie de cera dura que se le pegaba en los dedos. Una vez destapada, todavía le faltaba el aire, se seguía ahogando, pero ahora era su mente, sentía pánico, empezó a juntar las piezas de ese irreal rompecabezas ¡estaba en un ataúd! En contra de lo que esperaba, se quedó paralizada, el terror no la dejaba moverse, ¿pero qué podía haber pasado?
Como mujer de negocios que era, quiso controlar la situación, intentó tranquilizarse un poco, lo primero que tenía que hacer era salir de ahí, juntó la poca energía que tenía y empezó a golpear la parte superior del féretro, pero no conseguía nada, apenas levantaba el puño le faltaban las fuerzas, le temblaban los músculos y caían de nuevo.
Tenía los labios secos y pegajosos de esa misma cera de la nariz, intentó chillar, pero de su boca no salió ni un fonema, ¡no podría salir! Se sentía impotente, empezó a llorar, nada tenía sentido, y su familia, Pedro y sus hijos, ¿no habían visto que aún respiraba? ¡Dios! Creerían que había muerto, nadie sabía que ella estaba allí viva, pero no tardarían mucho en sacarla de ahí, cuando la llevaran hacia la iglesia del pueblo ella les avisaría haciendo algún ruido, pero de repente, el terror volvió a paralizarla, ¿y si ya la habían enterrado? ¿y si estaba tapiada dentro de un nicho? ¡Rodeada de muertos! Moriría en la agonía, de hambre, de miedo, ¡qué horror!
Durante bastante rato permaneció allí, pensando, escuchando el silencio, no podía mover las piernas y el dolor era terrible, debía de haberse roto bastantes huesos en el atropello, a lo mejor nunca más podría caminar, pero daba igual, no aguantaría ni dos días en esas condiciones, lo había visto en ese maldito documental de la BBC, sabía perfectamente todo lo que le pasaría a su cuerpo, ¡qué asco!
Cuando ya empezaba a mentalizarse, oyó un rumor a lo lejos, no podía distinguirlo bien, parecía una máquina, escuchó más atentamente y ¡sí!, era un aparato eléctrico, ¡una aspiradora! ¡Bien! Eso quería decir que no estaba enterrada, ¿pasaban la aspiradora en las funerarias con los féretros allí? Realmente la vida era irónica, pero la muerte no tenía sentido. Esperó a que se acercara más e intentó hacer ruido, pero el ensordecedor sonido de la máquina ahogaba sus inútiles intentos por pedir ayuda. Suspiró desalentadoramente, mientras oía como se alejaba de nuevo. Debía ser primera hora de la mañana, por eso antes todo era silencio, era de noche.
Al cabo de aproximadamente dos horas o más, un murmullo de gente surgió del silencio, era hora de visita, volvió a intentar en vano que la oyeran, pero esa panda de imbéciles gritaba demasiado. Cada vez estaba más cansada, y le dolían más los brazos, optó por desistir y guardar sus fuerzas para otro momento.
En un santiamén, dejó de oír tanta gente, aunque seguían haciendo mucho ruido, cuando de repente, notó que el ataúd se movía, la estaban trasladando, seguramente a la capilla o a la iglesia, fue a levantar los brazos y ante su estupefacción no pudo, se le habían dormido, se puso nerviosa, se había hecho ilusiones de que ya era el fin de su agonía y ahora la impotencia la derrotaba, no podría resistir aquello por mucho más tiempo. Volvió a intentarlo y entonces sin saber cómo el nudillo de su mano derecha golpeó el borde de la tapa de madera, sonando hueco como cuando se cerraba la puerta del armario del abuelo. Los portadores se pararon, de nuevo la muchedumbre parecía rodearla, notó como descendía y alguien gritaba: ¡traedme la llave García-Robledo, rápido!
En breves instantes, la llave penetró en la cerradura y se abrió la tapa, una bocanada de aire nuevo y fresco la acarició, dándole la bienvenida a esa nueva vida que acababa de empezar.
Ante el estupor de la gente, se sentía feliz, les sonrió. Allí estaban todos, sus amigos, su padre, las primas del pueblo, todos llamando a su marido a voces, algunos reían, otros lloraban... entonces apareció Pedro, hacía muy mala cara, había estado llorando, eso la emocionó, sabía que la quería mucho, debía haberlo pasado mal, él se agachó y le cogió la mano. Teresa supo entonces que aquella pesada broma de la vida, le había servido para valorar más a los suyos, a partir de entonces dejaría el trabajo en segundo término, aunque primero iría a fábrica a controlar el stock. 

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